martes, 21 de mayo de 2013

RECURSOS HUMANOS

 Trabajo en este banco hace muchos años. Los mismos compañeros, la misma gente, la misma ciudad, el mismo guachimán y la misma tía del concesionario. ¿Qué hace mi trabajo tan especial? No sé, porque mi sueldo en definitiva no lo es. A pesar de que mis compañeros me caen bien, considero que trabajar con ellos ha acarreado en mí un retroceso psicológico significativo (o sea son unos anormales de mierda). Quiero que los conozcan un poco, que sepan con qué gente me vacilo de lunes a viernes de nueve a seis. 


LA ARRECHA

 Tiene treinta y cuatro años y no tiene novio hace nueve. Se moja con el primer espécimen que ve y siempre está como demente poniendo orden en la oficina ("Chicos esos papeles se ven horribles", "oye mira mira ese cuero, ¡PAPASITOO! ay escóndete", "apaguen el aire, tengo frío", etc). O sea, jode todo el día. Como diría mi tío Raúl: Le falta una buena cachada. 

LA SUBNORMAL

 Tiene treinta pero se viste/comporta como una chibola de dieciséis. Habla con ese típico tonito de pituca y todo le asquea. Tiene novio pero -de hecho aquí entre nos- lo engaña con el tipo de enfrente. Siempre está brincando por la oficina cantando alguna canción de moda y hace un par de años noté su adicción a la soda V y al aquarius de pera.


EL ANIMAL

 Todo lo hace mal, todo lo hace hasta las huevas. Lo iban a botar hace tiempo pero nadie sabe qué chucha hizo para quedarse y encima ascender. Es más insoportable que penetración en seco. Me aburre tanto su presencia que el simple hecho de escribir de él, ya me aburrió.


LA POSITIVA

 Siempre llega con la mejor onda del planeta, siempre viene a saludarme con un fuerte abrazo y un chape. Escucha su carpeta de tres horas y cuarto de Mayimbe/ N´samble/ N´talla/ el loco chancleta y su trecu trecu, etc. Jamás se mete con nadie y es paja con todos. Pero eso sí, basta que algo no le guste o la saque de sus casillas y te manda la moto.


LA CHINCHOSA DE MIERDA

 Nadie la pasa porque es una chinchosa de mierda. Punto.


LA METALERA

 Todo el día escucha rock y para moviendo la cabeza de abajo a arriba. Su ringtone es una canción de slayer (ella me dijo que era slayer después de que le pregunté ¿QUE MIERDA SUENA CARAJO?). No se viste de negro, no tiene tatuajes ni piercings, pero en el facebook tiene fotos en conciertos y en tocadas y en lugares horribles. Tiene cara de loca y casi nunca habla con la gente, excepto para una que otra huevada.


EL CRISTIANO

 Era hincha de corazón serrano, Marisol y la magia del norte y la movida chichera de san juan de lurigancho hasta que conoció a Betty, su flaca, y ella lo llevó a la iglesia donde asiste. Ahora escucha a Jose Adrián Romero y me para sermoneando por cada pazo que doy. Así no es, Betty, así no es.


EL NEGRO

 Todos lo joden por negro y le hacen bullying agarrándolo de esclavo. Es uno de mis mejores amigos y, no crean huevadas, jamás lo bulleamos de racistas, sucede que cuando ingresó al área lo primero que dijo al presentarse fue: "Hola chicos, mi nombre es Fabián, tengo veintinueve años y me encanta la salsa. Soy bastante sociable, espero encontrar en ustedes a verdaderos amigos. Pueden empezar llamándome negro, así me llaman en to' lado". Un exitazo mi negro.


EL NUEVO

 Llegó ayer y todas ya estamos agarrándonos el calzón. Por ahora solo sabemos que se llama Luis y que tiene veintinueve. Pronto más información.


 En fin, estos raros personajes trabajan conmigo todos los días, y son las personas con las cuales paso más tiempo de mi vida. Algunos muy pajas y buenísimos amigos; otros, no tanto, pero a cada uno de estos integrantes del departamento de Recursos Humanos del banco, les tengo un cariño grandote. Espero que al leer esto no manden una carta y me boten. Plop.

lunes, 20 de mayo de 2013

Limón y sal

 Hace algunos años conocí una pareja poco convencional, Carlos y Noelia. Ellos se conocieron, en tiempo récord se casaron y también en tiempo récord se separaron luego de casarse. Hoy quiero contarles una historia tan rara como ellos dos. (Siéntate bien porque está larga la entrada)

 Carlos tenía una novia, a la que por ahora llamaremos "Pepita". Pepita y Carlos tenían mucho tiempo juntos, muchos años de noviazgo, toda una vida, digamos desde los doce años o algo así. Él salía a trabajar de noche y ella estudiaba en la secundaria en el último turno para terminar más rápido el colegio. Todo estaba bien y con planes de matrimonio hasta que a Carlitos le dijeron unos amigos del barrio que la perr...sona tan mala de Pepita lo engañaba con un hombre mayor. Claro que al principio él no creyó ninguna de las palabras de los callejeros amigos, pero una duda no lo dejaba tranquilo, él quería estar seguro de todo. Así que un buen día decidió no ir a trabajar, y fue a buscar a Pepita al colegio para darle una sorpresa, y ahí se enteró de que ésta no había ido a estudiar. Fue a buscarla y... la encontró con ese hombre. Todos los planes y los años se fueron al tacho.

 Noelia, tan linda. Había venido a la capital a trabajar desde muy pequeña, pero de su infancia mejor no hablemos. Estudiaba de noche también en un colegio grande de estos lares y ahí conoció buenos amigos que, como ella, iban a clase de noche para trabajar durante el día. Se enamoró de un amigo del grupo y a los quince años salió embarazada. Él tenía poco más de veinticuatro años y un buen trabajo, por lo que Noelia pensó que su vida estaba resuelta. Pero cuando Noelia fue a buscarlo a su casa, de sorpresa y para contarle del embarazo, le abrió la puerta una mujer, que la miró feo y mandó a llamar a "su esposo" Walter. A partir de ese instante, Noelia quedó sola con un hijo en camino.

 Al otro lado de la ciudad, Carlos recorría los bares emborrachándose cada vez que tenía oportunidad con sus amigos. Dejó el trabajo nocturno y se la pasaba en casa, encerrado en su cuarto de día y vagando de noche. Noelia vio nacer a su hijo, lo tuvo siempre a su lado hasta que por motivos de dinero tuvo que dejarlo la mayor parte del tiempo posible en una especie de albergue, mientras ella trabajaba. Carlos encontró un empleo mejor, se restableció y decidió seguir adelante con su vida; Noelia extrañaba a su hijo pero se sacaba la mierda por el sueldo que ganaba y los fines de semana iba a buscarlo al nido, donde cada vez se ponían más hostiles con su visita. Ambos tenían no más de veinticinco años, y ya sabían lo que era el dolor -a mi parecer- en su máxima expresión (después de perder un familiar, siento que el dolor de un engaño es el siguiente en la escala). Pero algo bueno -¿o malo?- estaba por sucederles.

 Noelia conoció a una amiga en el trabajo, que por coincidencia se llamaba igual que ella, lo que hacía que la jefa de ambas llamara a una "Noelia 1" y a la otra "Noelia 2", bastante original la tía. Nuestra Noelia es la primera. Noelia 2, a la que a partir de ahora llamaremos simplemente "Eli", se había enamorado de un chico, y siempre le contaba a nuestra Noelia lo mucho que él le gustaba, lo hermoso de sus ojos azules, su porte, su gracia, y etc. y lo mucho que sufría por un engaño, y mil cosas a las que Noelia jamás prestaba atención. Un buen día, Eli quiso declararle todo su amor a este chico misterioso y sufrido, y le pidió a Noelia que le haga un gran favor: Eli redactaría una carta y Noelia la llevaría donde él trabajaba. Noelia se opuso de distintas maneras, pero su personalidad ante todo pasiva y buena gente, accedió a hacerlo. Tomó un bus hacia el centro de lima, esperó por "El señor Carlos" y lo vio aparecer. Dice Noelia que a primera impresión todo lo que Eli le había dicho acerca de él quedó en el suelo porque lo que ella vio fue a un chato castañón, de ojos extraños y caminar medio raro. Carlos se presentó, igual ella:. "Esta carta te la manda mi amiga Noelia, que está perdidamente enamorada de ti, y de verdad no sé por qué, ¡es extraño! porque ella te describió completamente distinto a como te estoy viendo... disculpa que me ría, pero es increíble como uno se ciega por amor" fueron las primeras palabras de Noelia, a lo que Carlos solo pudo añadirle más risas, y una invitación a almorzar. Noelia se encontraba confundida, ella solo había ido a entregar una carta de amor y ya estaba sentada en un restaurante con el chico del cual su amiga estaba enamorada.

 Pasaron las semanas, y un día llegó una llamada telefónica al trabajo. Era Carlos, y quería hablar con Noelia. Eli, emocionada fue a coger el teléfono pero una voz del otro lado derrumbó su ilusión y pidió hablar con la OTRA Noelia. Eli enfureció pero esperó paciente mientras Noelia conversaba con Carlos. Saldrían el fin de semana. Eli no lo podía creer, ¡su amiga le estaba robando el novio! -Aunque ni amigos eran, porque Carlos jamás quiso nada con ella-. Noelia explicó tranquilamente a su anonadada amiga que todo era un malentendido, que ella no quería nada con Carlos y que solamente le había aceptado un almuerzo el día de la entrega de la carta, pero Eli se desvanecía en llanto.

 Llegado el día, Noelia y Carlos se encontraron, conversaron mientras caminaban por el parque de la reserva y se conocieron más. Noelia le contó que no podía quedarse mucho tiempo con él, porque tenía que ir a buscar a su hijo al albergue, y él cavó muy profundo preguntándole qué hacía el bebé ahí y por qué no estaba en su casa, como una familia normal. Noelia vaciló un poco y con lágrimas en los ojos contó que en el albergue no querían devolverle al pequeño Julián porque ella no tenía trabajo estable ni estaba casada, por lo que podía perder la custodia de su propio hijo en cualquier momento. Acto seguido, Carlos la tomó de la mano y le dijo que irían ambos a visitar al niño, que se casaría con ella, le daría el apellido y viviría tranquila. Si, así de raro y rápido y todo.

 Noelia se sentía por primera vez en mucho tiempo protegida y segura. Carlos sentía nuevamente cariño por alguien y mucha ternura por la historia de ella. Pasaron más tiempo juntos luego de la primera vez que él conoció al hijo de Noelia y a los seis meses de conocerse, se casaron y Carlos le dio el apellido a Julián. Obviamente la familia de él se opuso, y obviamente también que Eli quería morirse, pero esta pareja venció todos sus obstáculos y permaneció junta. A los dos años de casarse, tuvieron una hija. Era la felicidad para él, pues era su primera hija y además el parecido era increíble. Noelia tenía dos hijos ahora, su parejita. Todo era felicidad y amor en la casa de Carlos y Noelia, excepto por las humillaciones que ella tenía que soportar por parte de la familia de Carlos, que la trataban como una convenida y trepadora. Noelia estaba tranquila, porque ella jamás hizo nada malo, pero todos insistían en que ella solo había utilizado a Carlos para poder sacar a su hijo del albergue.

 Pasaron los años y el hostigamiento por parte de la familia de Carlos se hizo cada vez más insoportable para Noelia y para sus dos hijos. Las hermanas de Carlos no desaprovechaban ninguna oportunidad para maltratarnos a mí y a mi hermano mayor, Julián, así que mis padres se separaron un viernes catorce de agosto de 1992. Recuerdo un taxi, mi mochila de perro y la mano de mi hermano sosteniendo fuerte la mía mientras con la otra decíamos "chau" a mi papi que moría de pena apoyado en el umbral de la puerta. Una vez en el taxi mi hermano me dijo que por fin ya no tendríamos que soportar a las "tías malas" y mi mamá nos dijo que nunca más las veríamos.

 Hoy, veintiún años después, Carlos y yo tenemos la mejor relación del mundo "papá-hija". Julián se casó y tuvo un hijo, al que jamás en su vida piensa abandonar, con una chica que puede que no me caiga del todo bien, pero que infeliz a mi hermano no lo hace. Mi mami, Noelia, hace quince años que encontró en mi padrastro al "hombre de su vida" y yo... bueno, yo soy una santa :)

miércoles, 15 de mayo de 2013

"Siempre serás tú"

 Eso fue lo que me dijo, después de casi un año sin conversar. Después de casi un año donde mis amores fueron efímeros y los suyos fueron de mentira. Él no entiende, o tal vez no entiendo yo, que jamás podremos estar juntos, porque, a pesar de que siempre lo quiera, habrá algo que no dejará que pase algo más entre nosotros que solo amistad "con derecho a agarre". Las cosas como son.

 La última vez que conversamos él me dijo que se iba a alejar de mí porque yo le hacía mucho daño. Le dije que no me parecía buena idea pero que la respetaba. Y así fue. Nos alejamos y dejamos atrás los besos intensos en su mueble, los "Te quiero" y los "Seremos solo amigos" para cada uno seguir con su vida. Conocí a muchos otros hijos de puta, pero siempre pensé que él sería, al final de todo sapo, el único príncipe que querría besar después de todo. Me equivoqué, para variar.

 Ayer me dijo que me extrañaba. Me desbloqueó del Facebook, me volvió a seguir al twitter y me escribió a ambos inbox. Me sorprendí porque no pensé en volver a leer alguna noticia suya. Y me sorprendí más cuando vi que en la mayoría de sus fotos estaba acompañado por una chica que, al igual que yo, lo conoce ya más de cuatro años. "Qué bueno que esté feliz" me dije a mí misma. Total, yo también -se supone- que lo estoy y siempre las cosas fueron mejores cada uno por su lado. Conversamos largo rato acerca de cómo nos estuvo yendo este tiempo, de cómo fue que empezamos nuestras relaciones y preguntándonos si todavía nos gustaba el pollo tipakay o el arroz tapado. Hablamos pura trivialidad. Pero no podía ocultar mi sorpresa ni mi poquito porcentaje de disgusto al saberlo tan feliz y enamorado, y algo no me olía bien. Le pregunté que por qué me contactaba, que por qué ahora que ambos estábamos bien. Me dijo que extrañaba mis besos, mis abrazos y mi presencia a su lado. Le pregunté por qué decía eso, si estaba con otra persona. Me dijo "siempre serás tú". No supe cómo tomarlo y me desconecté, presa del miedo y con lágrimas en los ojos me desconecté.

 Ahora no sé qué hacer. No sé si responder sus mensajes o ignorarlo. Sé que si lo veo no podré ocultar mi todavía gusto hacia él. Sé que lo más probable es que, si nos vemos, nos prendamos el uno del otro y no nos soltemos. Y tengo miedo de que siga enamorado de mí, porque yo por él no siento más que solo cariño.